Chacarita-José
C. Paz indicaba el cartel del 176. De mi casa a General Paz hay quince cuadras,
pero las altas temperaturas en Villa Urquiza dijeron presente temprano, en el mes de
noviembre, y el elevado registro del termómetro me hizo desertar de la idea del
footing.
La sabrosa fragancia a anticucho se fundía en el aire con la tortilla santiagueña preparada
al medio tanque, y ambos me recordaban, quisiera o no, que estaba viajando en
un 21 rápido a Puente La Noria. Paisaje y olores típicos en las mañanas
laborales de neblina invernales, resultó una mixtura desatinada para ser una
tarde de domingo.
La
Noria!!! Como si ninguno de los apurados pasajeros se hubiera percatado del
ingreso al Municipio de Lomas de Zamora, el colectivero invitó gentilmente al
descenso obligatorio. Tenía que ir a Luis Guillón, al Polideportivo Alfredo
Palacios sobre Camino de Cintura y estaba descolocado como zapatilla en la
heladera. “Tenés que tomar el 306, ramal Spegazzini por Fair”, fue la
indicación. Listo, gracias, dije de
la boca para afuera mientras por dentro pensaba “¡Mamá!, que hago acá”.
Como yo, un par de desprevenidos esperaron
durante media hora la llegada del único ramal que no pasaba por esa parada.
Tres cuadras hasta la terminal y ahí sí el ramal Fair, no sin antes tener que
fumarme la religiosa cola interminable. Si bien la idea de volver a la
comodidad del aire acondicionado había invadido mi cabeza a las dos cuadras de
mi casa, cuando las primeras gotas de sudor descendieron por mi espalda, la
muchedumbre que esperaba subirse al 306 puso otra vez en jaque el aguante a Arqui.
Pero tenía la obligación moral, el equipo me
necesitaba –en realidad no-. Dejar en banda a las players era
un sacrilegio: el primer equipo de Arquitectura, si le ganaba a Regatas de Avellaneda, se aseguraba jugar una
promoción con CASI por el ascenso a la “A” del Metropolitano Femenino de
hockey. Hace un par de años atrás estaban en la “C”; ese día podía ser otra jornada con
tinte histórico para la institución de Beiro y Constituyentes.
No podía bajarme de ese sueño, y más después que
el sábado anterior las integrantes del plantel me hubiesen dejado subir sin
conocerme al micro que las depositaba nuevamente en Agronomía, cercanía de mis
pagos natales, acotándome las dos horas y media de viaje (el ramal Fair a La
Noria deja de pasar a la noche y la travesía se hace aún más larga). Sí, en
realidad yo no tenía relación previa con Arqui, la locura había empezado apenas 24 horas antes, cuando fui a ver
objetivamente el play off de la “B”.
De la ilusión no me bajé, pero si tuve que bajar
del 306 que pinchó un neumático en Camino de Cintura. Había comprobado que el
ramal Fair salía con intervalos de media hora, así que (creyendo con seguridad,
por los comercios vistos el día anterior en el viaje de regreso, que estaba
cerca) decidí caminar. Llegué justito al inicio del match, un duelo chato en el
que el espectáculo estuvo casi ausente y lo más rescatable fue la victoria de
Arquitectura 1 a 0: el vínculo con Arqui,
claro, el vínculo con Arqui ya estaba
sellado.